viernes, 17 de julio de 2015

ABC del Fútbol: El Centro de gravedad

Como futbolistas amateurs, trabajar el centro de gravedad puede traer excelentes frutos para mejorar tu técnica. Te explicamos qué es el centro de gravedad y te ofrecemos un ejercicio muy simple para mejorarlo.

Las palabras que encuentres de acá en adelante pueden carecer de nivel científico. Probablemente éste no sea el post que describa rigurosamente el fenómeno, pero tal vez alcance para denostar la importancia que se le debe concebir a desarrollar un adecuado centro de gravedad a la hora de jugar a la pelota.

Hay varias formas de ser mejores cuando se trata de jugar al fútbol. Muchas áreas son necesarias desarrollar para avanzar en nuestro nivel: la técnica, la física, la conceptual, la psicológica y hasta incluso la nutricional. Pero hay una en particular a la que se presta menos atención, sobre todo en la competencia amateur, y que contribuye notoriamente a destapar nuestro máximo potencial: mejorar nuestro centro de gravedad.

¿A qué nos referimos con centro de gravedad? El centro de gravedad es ese lugar dentro de nuestro cuerpo, relativamente fijo (aunque no tanto) desde donde nace y se desparrama toda tu energía (que se traducirán en movimientos físicos). Pensá en un bichito que tenemos adentro nuestro, un punto que identificamos cuando prestamos especial atención sobre nuestra respiración y sobre nosotros. Ese centro de gravedad es un gran definidor de nuestra postura, de la armonía de nuestros desplazamientos y hasta de nuestra personalidad.

Para definir un centro, lógicamente deberemos considerar las tres dimensiones: un eje vertical (la alineación entre tu cabeza y tus pies), un eje horizontal (a qué altura del cuerpo estamos situando ese punto fijo) y la profundidad (menos importante para este caso). Aquí, nos referiremos a centro de gravedad principalmente a la altura en la que se sitúa aquel punto en el cuerpo.

En todos los deportes y actividades, el centro de gravedad importa: uno claro es en aquellos que quieren romper ladrillos con sus manos: enfocan todo su centro de energía en ellas para acumular la habilidad y fuerzas suficientes para destrozar dicho material. El fútbol no queda exento de esto, y si existiese una regla universal, podríamos decir algo así como quemientras más bajo ese centro de gravedad, mejor.

Seguramente te has topado en diversas situaciones con jugadas donde tenés que pararla de pecho, o parar un pase, o “matar” una pelota que viene alta y tu cuerpo se destartala todo. Dejando de lado la falta de práctica en técnica, muy probablemente tu cuerpo esté enfocando su punto central en el lugar incorrecto.

¿Cómo solucionarlo? La ciencia podrá proveer de diversos mecanismos para mejorar nuestro equlibrio y armonía internos, pero uno súper fácil que me ofrezco a recomendar es el siguiente: Prestate mucha atención (¡mucha!) y concentrá toda tu energía por debajo de la pelvis, a la altura de tus testículos (en el caso de una mujer, a la misma altura). Empezá por ahí. Hacé de cuenta que tenés un bicho ahí, dentro tuyo. Dejá de respirar tenso, duro, con el foco puesto en tu caja torácica. No debe estar ahí. Al mismo tiempo, empujá imaginariamente con toda tu fuerza hacia abajo (empezando desde la cabeza), para el centro de la Tierra. Seguramente sentirás tus piernas más manejables, menos lejanas, y tu cuerpo se enderece, con los hombros mejor ubicados y tu mentón más hacia arriba. Probá en recibir un pase de esa manera, en pegarle, en jugar. Es muy posible que poco a poco experimentes cada vez más los beneficios de enfocar tu energía en el punto de partida que corresponde. No te olvides de hacerlo, seguí constantemente hasta que se transforme en algo insconciente.

Los jugadores de más baja estatura suelen tener un eje de gravedad mucho más óptimo, razón por la cual tienden a ser más habilidosos y a tener un mejor control de pelota. No necesariamente necesitan de tanto enfoque consciente de donde éste se encuentra: ya lo tienen bien ubicado.

En las alturas promedios (y por encima de él) aquellos que concentran su eje de gravedad en zonas más bajas poseen un mejor equilibro, son más técnicos, en parte por su capacidad para recibir la situación de juego mejor aplomados. El cuerpo se ajusta a este centro, y no es casualidad que los buenos jugadores sean algo chuecos y de espalda derechita, y caminen como pisando “caca”, como tirando pataditas y aflojando las piernas a cada paso. El cuerpo ajusta ese pequeño “exceso de piernas” doblándose para mantener el mejor punto fijo posible. En cambio, a los que tienen su centro de gravedad en el pecho (a la altura del esternón) les quedan las piernas lejos, muy lejos. ¿Cómo poder tener control sobre algo que nos queda tan lejos?

Los entrenamientos puramente físicos (sobre todo el exceso de gimnasio y las corridas sin pelota) tienden a elevarnos el centro de gravedad: comenzamos a enfocarnos en nuestra caja torácica, nos olvidamos del punto ideal para entrar en armonía con la bola y vamos erosionando nuestra técnica. Dejamos de ser futbolistas y nos rebota la bola.


Mejorar tu centro de gravedad te permitirá obtener un rédito mayor en cada una de tus acciones de juego, y acelerar la velocidad en la que lográs aprender a realizar cierta acción (pegarle a la pelota de determinada forma, pararla, etc.). Hacé este simple ejercicio, probalo. Enfocá tu punto ahí, debajo de tu pelvis. Y ojo, que no existe ninguna fórmula mágica que reemplace la práctica constante. Pero eso sí: con un mejor equilibrio es muy probable que te vuelvas más amigo del balón, te contente sentirte bueno y esa motivación te permita seguir saldando la deuda que tu cuerpo tiene con el mundo de la pelota: la de ser cada día mejores.


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